Vivir con dolor crónico no es solo una experiencia física, sino también emocional, mental y social. Las personas que conviven con condiciones como la fibromialgia, la artritis reumatoide, el síndrome de fatiga crónica o dolores persistentes postquirúrgicos, a menudo enfrentan no solo malestar físico constante, sino también ansiedad, depresión, aislamiento y una pérdida de sentido en sus vidas. Por esta razón, abordar el dolor crónico requiere mucho más que medicamentos.

La fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica (SFC), también conocido como encefalomielitis miálgica/síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), son condiciones complejas y a menudo debilitantes que afectan a millones de personas en todo el mundo. Caracterizadas por dolor crónico generalizado, fatiga profunda, trastornos del sueño, problemas cognitivos ("fibro-niebla" o "niebla cerebral") y otros síntomas multisistémicos, su manejo representa un desafío.

La depresión y el dolor crónico suelen caminar de la mano. No porque queramos estar tristes, sino porque el cuerpo duele tanto que el alma también se cansa. No es raro haber pensado en rendirse. No es raro haber contemplado opciones como la eutanasia o incluso el suicidio. Lo raro es que se hable de ello con honestidad y por eso, hoy lo hago. Si alguna vez lo pensaste, o si llegaste a intentarlo: no te juzgues. Es más común de lo que imaginas entre quienes vivimos con enferme

Vivir con fibromialgia no solo ha sido un desafío físico, sino también emocional. Durante mucho tiempo, enfoqué mi energía en encontrar el tratamiento perfecto, creyendo que si sanaba mi cuerpo, todo lo demás mejoraría. Pero con el tiempo, comprendí que una parte fundamental de mi sanación venía de adentro, de lo que no se ve. Sanar las heridas del alma, aligera la carga del cuerpo.